Ser
profesor nunca ha sido una profesión
fácil y en los últimos años menos. Lo
sabemos bien los que nos dedicamos a este noble oficio en el que parece que
cada trimestre en más complejo, más largo y más difícil que el anterior.
Hace tiempo
que resulta difícil encontrar las palabras precisas y los gestos oportunos.
Parece que nos hemos instalado en un cansancio y en una desesperanza que hace
complicado encontrar un relato que haga vibrar y mirar el futuro de la
educación con esperanza y alegría.
Llevamos dos
años en los que profesores y alumnos estamos viviendo la aventura de la enseñanza-aprendizaje como
un viaje complicado. Es verdad que los seres humanos olvidamos rápidamente como
mecanismo de defensa (y más en educación) pero las heridas quedan. El cansando
se acumula. La desesperanza anida. Son demasiados viajes sin llegada que han
provocado una verdadera resaca emocional. Profesores muy cansados y alumnos confundidos, desorientados,
desmotivados y sin un proyecto de vida con sentido.
La cifras
del covid son positivas y esperanzadoras, parece que la pandemia deja de ser un
obstáculo, va desapareciendo la distancia y se retoman las actividades que se
suspendieron, pero esto no ha provocado ni el júbilo ni la alegría que
imaginábamos. Hace unos días las
ciudades se cubrieron de un polvo anaranjado que teñía las calles de todas las
ciudades y cambiaba el paisaje. Y así
estamos, profesores y alumnos cubiertos de un polvo de desánimo, de cansancio,
de hartazgo, de aburrimiento. Hace tiempo que parece que la prioridad es
sobrevivir y no vivir. El paisaje en educación ha cambiado y necesitamos de aires
nuevos que nos sacudan este “polvo” para poder recuperar una educación de
calidad e ilusionante.
La comunidad
educativa tenemos sed de discursos que nos abran nuevos caminos de sentido y
que nos llenen de esperanza. Estamos cansados de narrativas críticas y agresivas que nos dividen
y no construyen. Por si fuera poco, al cansancio acumulado se suma aplicar una
nueva ley. Una ley que está provocando demasiado ruido, demasiada confrontación
y mucha confusión. A falta de saber concreciones (va tarde como casi siempre) los
titulares de la prensa alimentan la batalla con el ecofeminismo, la situación
en la que queda la filosofía, la desaparición de la enseñanza cronológica de la
historia, el número de suspensos para titular, la perspectiva de género en las
matemáticas… pero esto solo es la punta del iceberg. Ahí no nos la jugamos. La
clave está en preguntarnos ¿Cómo se va a acompañar y cuidar a los profesores? No olvidemos que la ley no transforma un sistema educativo, sino el docente que
ejecuta.
Es verdad
que los profesores, como los sembradores, sabemos de la importancia de la
siembra, la espera y la paciencia. Como los sembradores, confiamos que las
semillas plantadas den sus frutos. Lo que ocurre es que vivimos con la
sensación de llevar dos años sembrando en el desierto y que todas nuestras
semillas caen en terreno estéril o al borde del camino. Es compleja nuestra
tarea cuando se siembra en el terreno de la desesperanza.
Solo nos queda confiar en las palabras del sabio Lao Tse y pensar que los nuevos comienzos a menudo se disfrazan de finales dolorosos. Ojalá sea este final doloroso el precio que hay que pagar para llegar a un nuevo comienzo. Habrá que creer. Felices vacaciones compañero.
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