Volvemos en septiembre...

 

En septiembre los profesores volvemos al cole. Pero no todos.

Álex ha decidido abandonar la profesión, incapaz de soportar más la falta de respeto en las clases y con el sabor amargo de sentirse desamparado por la administración. Maribel prolonga una baja que ya arrastraba desde el curso pasado, la burocracia desmedida y el exceso de funciones la han dejado sin fuerzas. Juan ha pedido una excedencia, busca un respiro que le permita parar, respirar, pensar y replantear su vocación. Sandra, tras diecisiete años en las aulas, ha optado por bajarse del barco, vencida por la sensación de que el sistema educativo se desmorona ante sus ojos. Y tantos más.

La lista es larga. Me preocupa. Me entristece. Me hace pensar. Cada profesor que abandona el aula es un fracaso como sociedad.

No abandonan por falta de amor a la enseñanza, sino por el peso de una vocación que ya no encuentra refugio ni abrigo. Y mientras tanto, el mundo sigue girando, sin advertir que sin maestros no hay quien lo enseñe a girar mejor.

El noble oficio de la enseñanza, en otro tiempo valorado y casi sagrado, se encuentra hoy en una encrucijada crítica. Nos enfrentamos a un futuro incierto donde cada vez menos jóvenes quieren dedicarse a la docencia.

Es una crisis silenciosa que no hace ruido ni ocupa grandes titulares. Es un éxodo lento pero devastador que erosiona los cimientos de nuestro futuro. Y sin embargo, seguimos pasando de largo, como si el silencio no fuera también una forma de clamor.

Otros regresaremos al aula, con mayor o menor entusiasmo, con cicatrices visibles o silenciosas, con heridas más o menos curadas, con ilusiones renovadas o agotadas, con temores y con esperanzas. Pero volvemos. Porque nuestros alumnos merecen lo mejor que podamos darles.

No lo hacemos por un sueldo generoso —que no lo es—, ni por un prestigio social que se ha ido desdibujando, ni por reconocimiento alguno. Volvemos porque, a pesar de todo, creemos en la educación y en lo que significa acompañar a quienes están construyendo su futuro.

A quienes se fueron: gracias. Vuestra ausencia deja un vacío inmenso, pero que nadie os haga dudar jamás de vuestro valor. No sois culpables de nada, vuestro trabajo fue tan necesario como extraordinario. A quienes regresamos, que este curso nos encuentre con fuerza, con sentido y con la certeza de saber que nuestra labor sigue siendo imprescindible. Porque enseñar no es solo una profesión, sino una forma de estar en el mundo.

Creo profundamente en la educación. Creo profundamente en los niños, los jóvenes y adolescentes. Creo que pueden transformar el mundo y hacerlo mejor, más bello y más humano.

 Y cuando me pregunten por qué soy profesor, sólo sabré responder sonriendo: Sará perché ti amo



Publicar un comentario

My Instagram

Copyright © callejeando con calleja. | Diseño personalizado por Mónica Lemos