No somos Superhéroes


Llevo una temporada leyendo y escuchando de forma recurrente que los profesores somos superhéroes, que tenemos súper poderes, que el futuro está en nuestras manos, que en el aula hacemos magia… entiendo la metáfora, pero hay que tener cuidado con las palabras al definirnos. Es peligroso sentirnos “Prometeos” en el aula.

La importancia de las emociones es incuestionable y resulta evidente que los profesores debemos educar a nuestros alumnos en inteligencia emocional. La frase viral que reza De nada sirve que un niño sepa colocar Neptuno en el Universo si no sabe colocar sus emociones ya es un mantra entre los docentes. Todas las “recetas” están escritas: escuchar activamente a los alumnos, enseñar a reconocer emociones, resolver conflictos de forma eficiente, ser empático, no caer en la sobreprotección, potenciar la autoestima… pero todos sabemos que esto, a veces, es tarea complicada, precisamente por eso, porque no somos superhéroes.

Los profesores no solo transmitimos conocimientos, necesariamente transmitimos emociones y esto lo hacemos desde que entramos por la puerta del aula, por los pasillos, en los patios, en el autobús, en las excursiones… No solo educamos en inteligencia emocional cuando hacemos una unidad del Monstruo de colores, educamos en inteligencia emocional cada minuto que pasamos con nuestros alumnos. Se nos olvida la primera premisa, el primero que debe ser emocionalmente inteligente es el profesor y esto a veces, en nuestra profesión (seamos sinceros) es tarea difícil de conseguir. Hay situaciones que nos sobrepasan, conflictos que nos desestabilizan, vidas adolescentes que nos desbordan, con el vertiginoso ritmo del día a día no siempre encontramos la palabra apropiada ni el gesto oportuno.

Tal vez sea el momento de dejar la capa de superhéroe en el perchero de casa y decir a nuestros alumnos: hoy estoy triste, hoy estoy preocupado, hoy no os puedo escuchar porque tengo la cabeza en otro sitio, hoy esto saturado y desbordado, hoy no os puedo dar lo mejor de mí, estoy cansado…  y ¡no pasa nada! es más, creo que es la mejor manera y la más sincera de educar en emociones. Me aterran esos consejitos de pasillo entre profesores del tipo: disimula, que no se note que estás triste, que no se den cuenta de que estás mal porque sino… Creo sinceramente que ese no es el camino y auguro el peor de los finales, porque no es de verdad (y eso se nota, lo notan), porque no es educar, porque es un disfraz.

El ser humano es maravilloso por el hecho de ser un ser humano. Es capaz de apagar un fuego, enseñar a leer a otro, curar una enfermedad, construir una vivienda, salvar una vida, crear obras de arte… pero ni es súper, ni es héroe, es un humano. Maravillosamente humano.



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