Vivimos
tiempos de incertidumbre (no solo en educación, también en muchos aspectos de
la vida social) y aunque hay voces críticas con las nuevas metodologías que
añoran y defienden prácticas del pasado, la revolución en educación es ya un
hecho en este recién estrenado 2019.
Son muchos
los profesores que defienden y apuestan por metodologías activas, que han
asumido un nuevo rol como educador, que asumen que su principal tarea es formar
alumnos competentes para el Siglo XXI. Me maravilla conocer todo lo que los
profesores están haciendo en sus aulas y la transformación arquitectónica de
muchos colegios con espacios creativos que favorecen el desarrollo y
aprendizaje de los alumnos. Es una ola imparable y acertada. No lo dudo.
Sin
embargo, hay algo que no cambia y en medio de esta revolución innovadora
permanece inmutable: las juntas de
evaluación (sólo con escribirlo me tiemblan las canillas). Parece que la
frase aristótelica en todo cambio siempre
hay algo que permanece se convierte en una oscura profecía.
Al
finalizar cada trimestre, con el cansancio acumulado, aparecen y no
precisamente como “guinda de pastel” las temidas sesiones de evaluación.
Sesiones de mesa redonda, largas, cansadas, que no sirven, que no evalúan pero
que como un eco del pasado siguen presentes en la cultura de los centros. Los
alumnos nos imaginan como caballeros de la mesa redonda en la Corte del Rey
Arturo con sus "espadas" preparadas.
Propongo nuevas juntas de evaluación:
Juntas para empezar el trimestre. Tradicionalmente
hemos entendido la evaluación como un elemento que aparece al final del proceso
de enseñanza. No es así, la evaluación no es el final de ningún proceso, sino
que es un elemento clave del proceso
de enseñanza y aprendizaje y por lo
tanto, tiene que estar presente en todo el proceso. Propongo hacer las juntas
de evaluación al principio de trimestre, para marcar metas, para programar el
trabajo, para dejar claro al alumno aquello que queremos que consiga. De este
modo las juntas tendrán sentido y serán útiles tanto para el profesor como para
el alumno. Al fnal ya poco se puede
hacer…
Juntas de evaluación tabú.
Propongo unas juntas donde haya ciertas afirmaciones que no se pueden hacer,
porque no ayudan, porque no construyen, porque se repiten curso tras curso… con un trabajo aprobará, sé que lo sabe pero
en el examen se pone nervioso, su problema es que no le da tiempo a terminar
los exámenes, es imposible que apruebe en junio, el problema es que no estudia,
si estudia un poco más no habrá problema, le he puesto el mismo examen tres
veces y sigue suspendiendo…
Junta de evaluación y no juntas de calificación. En
muchas ocasiones nuestras sesiones se convierten en cantar notas. ¡Pero si ya
están en las actas! Propongo juntas donde no se pueda hablar de números. La
meta es evaluar para mejorar, no calificar.
Juntas visuales. Muchos
docentes apuestan por el visual thinking como una herramienta poderosa para que
el alumno piense, aprenda y construya su aprendizaje. Hagámoslo como profesores
en nuestras juntas. Podemos pintar siluetas de los alumnos, sus avatares, los
profesores pensamos en ellos y pintamos visualmente aquellos que ya han conseguido
y aquello que deben conseguir. Convertimos la mesa del rey Arturo en una mesa
de colores, dibujos, avatares… pensamiento.
Juntas positivas. Propongo juntas de evaluación
donde solo se puede hablar de forma positiva y no son válidas las frases de No estudia, habla mucho, no se centra, no
para quieto, no le interesa, no quiere, no hace nada…. Eso ya lo sabemos
¿y? ¿qué hacemos? La orientadora de mi centro este curso nos habló de la mirada
apreciativa e hicimos la preevaluación de este modo. Sólo podíamos hablar
de aspectos positivos, para cambiar nuestra mirada y así cambiarles a ellos.
Juntas gamificadas. Las
ventajas de la gamificación son evidentes en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Muchos profesores diseñan gamificaciones muy interesantes en sus asignaturas. ¡Gamifiquemos
las juntas! Por ejemplo, que la junta se convierta en un Escape room donde el
jefe de estudios custodia la llave de la sala y los profesores no podemos abandonarla
sin llegar a acuerdos comunes, eficaces y creativos sobre el grupo. Que el tutor
del grupo reparta recompensas a las intervenciones inteligentes de los
profesores…
En definitiva, da igual cómo hacerlo si tenemos claro el objetivo. De una u
otra forma, creo que es necesario cambiar las largas y tradicionales juntas de evaluación.
Hay una
cosa que no cambiaría. Es mi homenaje a esos profesores empáticos, ilusionados, apasionados, que no pierden la fe y siempre llevan a las juntas gominolas, galletas, bollos o
cualquier otro comestible, sin duda, se convierte en lo mejor de estas sesiones
pues por un momento consiguen el milagro de convertir la mesa del rey Arturo en la mesa del banquete de las bodas de Camacho. Que la vida os devuelva tanto bien como hacéis.
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