Buenos días
a todos:
Gracias a
Escuelas Católicas por este reconocimiento y enhorabuena a todos los premiados:
compañeros profesores, colegios y a la institución Cáritas, sin duda, a todos
os sobran los motivos para recibir este premio.
Gracias a
mi director y al Equipo Directivo de mi centro por proponerme
a estos premios, pero sobre todo gracias por creer en mí, por confiar en mis
proyectos y por darme alas para poder volar. Somos un verdadero equipo y sin
ellos y sin el claustro de profesores sería imposible llevar a cabo todos los
proyectos y encarnar todos nuestros sueños educativos.
Hace 16
años entré en las aulas por primera vez como profesor, ese día, supe que ese
era el lugar que quería ocupar en el mundo. 16 años después sigo entrando con
la misma pasión, la misma alegría y la misma ilusión de aquel primer día.
Somos
muchos los profesores que trabajamos ilusionados en las aulas con niños,
jóvenes y adolescentes intentando hacer nuestro trabajo cada día mejor, yo solo
soy uno más. Me siento muy afortunado, no por los premios, sino por tener la
profesión más bonita del mundo.
Ser
profesor de un centro católico es mi vocación. Creo que educar es evangelizar y
evangelizar es educar. No concibo la educación sino es para dar Buenas Noticias
y con el sueño y propósito de que nuestros alumnos se conviertan en Buena
Noticia para el mundo confuso y complicado de este Siglo XXI.
Soy
consciente de todos los esfuerzos metodológicos que los centros de escuelas
católicas estamos llevando a cabo en nuestras aulas, profesores muy
comprometidos, en continua formación, poniendo al alumno como centro del
proceso de enseñanza- aprendizaje, en continua renovación, con muchas
inquietudes… sé de lo que hablo. Pero no olvidemos que en nuestro ADN, el
ideario que nos define y distingue son los valores del Evangelio. Las nuevas
metodologías solo tienen sentido si potencian estos valores y si lo hacemos
desde la libertad, desde el respeto, desde la absoluta dignidad humana.
Como
profesor sé que mi misión es educar, entiendo que educar es acompañar,
inspirar, ayudar a caminar, mirar a los alumnos con fe y ayudar a los jóvenes y
adolescentes a encontrar el tesoro escondido que un día yo tuve la suerte de encontrar
y no puedo no compartirlo. Este es el sentido de mi labor educativa.
Soy
profesor de filosofía, lengua y literatura pero, sobre todo, me gusta decir y
presumir de ser profesor de religión. Quiero aprovechar este reconocimiento
para visibilizar la importancia de la asignatura de religión en nuestras aulas,
es sin duda, la asignatura más importante de nuestro currículo, y comparto este
premio con todos aquellos profesores que imparten la asignatura de religión que
no es tarea fácil, que no goza de popularidad y a la que no siempre damos el
lugar que se merece. Una religión que ayuda a los alumnos a crecer, a conocerse,
a dar sentido a su vida, a relacionarse con el Misterio, a navegar mar adentro.
Una asignatura impartida desde la
libertad, desde el respeto, desde lo humano. Es precisamente impartiendo esta
asignatura donde más he visto el brillo en los ojos de mis alumnos.
Gracias a escuelas
católicas por su trabajo en la educación de calidad, me siento parte de un gran
equipo que comparte una misma visión de la educación. Ahora bien, los
profesores no somos Superhéroes, sólo humanos maravillosamente humanos.
En la
cultura que vivimos de la tecnología, lo audiovisual, lo TIC… soy un defensor
apasionado de la palabra, creo que es nuestra arma más poderosa. Creo en la palabra
sincera, que conmueve, que descoloca, que provoca… Ojalá algún día mis alumnos puedan
decir ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba?
Muchas
gracias.
Sergio Calleja
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