Cada año comparto con mis alumnos que finalizan segundo de bachillerato sus sueños de futuro, las ilusiones y los temores en la elección de carreras y el inquietante futuro profesional. Entiendo su agobio porque no es tarea fácil la elección entre el maremagnum de grados, dobles grados y demás alternativas existentes. A esto se suma que los gurús educativos siguen insistiendo que en cinco año existirán profesiones que hoy desconocemos. Un panorama complicado donde la clave no está en la carrera que eligen o en la profesión que sueñan sino en los motivos que les mueven para dicha elección.
En las conversaciones con amigos y conocidos, cuarentones muchos de ellos (sin que el término suene despectivo), a menudo sale el tema del trabajo. Es común caer en la queja, en las pocas vacaciones y en el mucho trabajo, en el poco sueldo y el mucho estrés, en lo duro que es ser autónomo y lo duro que es tener jefe, lo horrible que es trabajar de nueve a dos y lo más horrible todavía que es trabajar a turnos (las noches deben ser horribles). Raras son las veces que escucho a alguien decir lo feliz que es en su trabajo. Parece que es condición humana desear el trabajo del otro que siempre es mejor que el que uno tiene.
Hace poco aprendí el concepto Burnout. Se traduce como estar quemado por el trabajo, cansado, exhausto, desgastado, desmotivado y sin fuerza. Es un tipo de estrés laboral según la OMS. El artículo decía que son los maestros los que más padecen este mal y el titular rezaba así: El mal silencioso que está atacando al 90% de los maestros. Me eché a temblar.
Tal vez hemos olvidado los motivos que un día nos movieron para elegir una u otra profesión (el primer amor) y deseamos el sueldo de un ministro, el trabajo de un cura y las vacaciones de un maestro.
No quieras ser profesor por las largas vacaciones, serás feliz durante tres meses aproximadamente (sí son largas sí) pero tremendamente infeliz los nueve meses restantes. Burnout te acecha.
No quieras ser ministro por el elevado sueldo al final de mes, estarás violando el noble y bonito oficio de la política como servicio a la comunidad (que haberlos haylos y lo sabemos).
No quieras ser cura porque aparentemente solo trabaja los domingos (y encima con vino decía mi padre). Yo no he sido cocinero antes que fraile, pero sí he sido medio fraile antes que maestro y os aseguro que no es poco lo que trabaja un cura.
La profesión perfecta no existe, no insistas, no pierdas el tiempo en buscarla, pero sí existe la posibilidad de ser más o menos feliz en tu trabajo y esta lucha sí merece la pena, insiste en ella. Más importante que decidir los estudios a realizar y la profesión a desempeñar es pensar en los motivos que te mueven y conmueven en tu elección.
Seas cuarentón o hayas terminado segundo de bachillerato, seas profesor o desempeñes cualquier otro trabajo: Feliz verano. Feliz descanso. Y que en Septiembre Burnout nos pille confesados.
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