Con la llegada de la Navidad despedimos al año que termina y damos la bienvenida al nuevo que comienza. Sin embargo, para los que vivimos a golpe de calendario escolar, en Navidad solo termina un trimestre, un descanso en el baile para seguir construyendo la coreografía del aprendizaje. El año continua. No obstante, el final del primer trimestre es buen momento para parar, respirar, evaluar, felicitar y celebrar. Querido profesor: gracias y felicidades. Sé de tu cansancio y tus desvelos, sé del ritmo frenético de estas últimas semanas pero lo hemos conseguido, lo hemos hecho bien.
No es fácil nuestro oficio y es tarea complicada navegar hoy en nuestras aulas. No es fácil tirar las redes y no recibir la pesca esperada. No es fácil sentir que no llegamos a todos los alumnos. No es fácil ver a compañeros naufragar y abandonar el oficio. No es fácil sentirse solo ante "las olas". No es fácil remar hoy en un mar revuelto de grandes desafíos y relatos polarizados. No es fácil calmar la tempestad.
Los que viven lejos del aula no lo saben, pero nosotros sí sabemos que esto no va sólo de transmitir una lección e impartir unos conocimientos. Sé los malabares que debes hacer ante la diversidad de ritmos y capacidades y la frustración que en muchas ocasiones esto supone; sé la complejidad que supone atender a la situación emocional de nuestros niños, jóvenes y adolescentes; sé la impotencia de intentar enseñar a quien no quiere aprender; sé lo que desgasta competir con estímulos digitales permanentes y el esfuerzo que conlleva mantener la motivación en contextos cada vez más complejos; sé que te gastas y desgastas en el aula para conseguir un aprendizaje significativo y sé la misión imposible que supone seguir el ritmo de un mundo que cambia velozmente y de forma constante, la sensación de no llegar, la percepción de nunca terminar. Nuestras aulas son pequeños Macondos y solo conocen Macondo quienes viven en Macondo.
Querido compañero, nos queda la esperanza. Con cada clase que impartes, cada estudiante al que escuchas, cada actividad que diseñas, cada reto que propones y cada oportunidad que regalas, estás construyendo un futuro mejor, un mundo mejor. Prefiero equivocarme en la esperanza que acertar en la desesperación.
La tecnología nos invade pero nunca podrá sustituir al maestro. No tengas miedo. Hoy nuestra misión está más clara que nunca: humanizar el aprendizaje, esto es lo que la máquina nunca podrá conseguir. Nos aportará datos precisos y exactos, almacenará gran cantidad de información, elaborará presentaciones rápidas y atractivas, redactará con rapidez y rigor, pero nunca transmitirá pasión y no podrá hacer que el alumno vibre y se emocione. Nunca podrá inspirar, acompañar, ni conectar emociones. Nunca podrá ver el brillo de los ojos de nuestros alumnos y decirles “creo en ti”. Nunca podrá ayudar a levantarse al niño, joven y adolescente. Nunca sabrá del hervidero de emociones en el aula, de la complejidad de las relaciones. Nunca podrá ser cómplice del lenguaje silencioso del aprendizaje, de la alegría de los éxitos, retos conseguidos y metas alcanzadas y del dolor de los fracasos y decepciones. No hay algoritmo que pueda traducir esto, no hay máquina que lo puede descifrar jamás. Somos insustitubles. Somo irremplazables. Somos humanos, extraordinariamente humanos.
No olvides que el verdadero aprendizaje no solo informa, sino transforma.
Querido profesor, querido compañero Feliz Navidad. Feliz descanso
Sergio Calleja
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